A pesar de la sequía extrema y las políticas adversas, el número de cabezas de bovinos disminuyó sólo 2,4% vs el promedio de los últimos ocho años. La tasa de destetes trastabilló, pero se mantuvo en el nivel de 2021-2022. El precio del novillo, 50% mayor que en la liquidación de hace 15 años, una clave para preservar el capital vacas. Por Miguel Gorelik.
Miguel Gorelik.
La estimación oficial de las existencias bovinas a fin de 2023 fue de 52,8 millones de cabezas, 2,7% menos interanual y 2,4% menor que el promedio de los últimos ocho años, los más poblados tras la liquidación 2008/09. En tal sentido, Senasa viene realizando un monitoreo del stock, de manera consistente, con la misma metodología, desde 2007.
No es ocioso señalar que los pronósticos, a causa de las potenciales pérdidas durante el tercer año seguido de seca -más aguda que en los dos anteriores- eran considerablemente más pesimistas, tesis que siempre hemos puesto en duda, dada la masiva adopción de tecnologías para afrontar la crisis.
La experiencia muestra que los efectos de situaciones climáticas extremas tienden a magnificarse. Lo que no significa que nos resulte ajena la angustia atravesada por la mayoría de los ganaderos.
Hay que volver a 2014 para encontrar un número menor. No obstante, sacando los años pico de 2017 al 2019 y 2022, el último número es sólo 1% inferior al promedio de los restantes cuatro. Sin sacarlos de la cuenta, como dijimos, la caída es del 2,4% vs el promedio de esos ocho años.
Es decir, estamos hablando de cifras relativamente menores, en especial si consideramos la sequía y su impacto en las preñeces, el adelantamiento en la venta de terneros del año pasado y la penosa relación entre el valor de la hacienda y su mayor costo de alimentación durante gran parte de ese tiempo.
Por categoría
La categoría más numerosa, vacas, perdió -en 2023- unos 500 mil ejemplares o 2,6%, casi igual al promedio. Detrás vienen los terneros, con 450 mil menos ó 3%, casi sin diferencias entre machos y hembras. La que le sigue, vaquillonas, cayó la mitad de aquel número ó 4,1%, algo más, proporcionalmente.
Después, los novillitos, que fue la categoría que menos se redujo, por debajo del 1%.
Finalmente, los novillos, con 50 mil de disminución ó 2,2%.
Los toros retrocedieron menos que el promedio y los MEJ fueron los únicos con leve aumento, pero no son significativos en materia de población.
En síntesis, las categorías con más bajas, en proporción, fueron vaquillonas y terneros. O sea, aquéllas a las que apelaron los productores para defender su capital vacas y afrontar los mayores costos de alimentación (rollos y granos) para reemplazar al pasto que no venía.
De todos modos, es destacable lo sucedido con las existencias de vacas teniendo en cuenta la faena de 2023. Los envíos totales a frigorífico de este año fueron 8% superiores a los de 2022, pero los de vaquillonas fueron un punto mayor aún, y los de vacas nada menos que un 24%. De esta manera, la participación de hembras en la faena anual fue de 48%, tres puntos más que un año antes.
Por provincias
Buenos Aires, como jurisdicción más poblada, fue la que más perdió, casi 600 mil cabezas, pero en un porcentaje casi igual al del país, 2,8.
Las tres provincias que le siguen en existencias, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, vieron desaparecer algo más, entre el 4 y el 5%. Corrientes y La Pampa 3% y Chaco, 2%, que siguen en orden.
De las once provincias con más de un millón de cabezas, Formosa creció 3% y Salta, 5%, San Luis logró empatar y Santiago anotó 4% menos.
Fuera de esas líderes, el stock creció en Río Negro, que es la que sigue en volumen, en cinco puntos.
La productividad
Una aproximación a la productividad del rodeo es medir la relación entre los terneros y el número de vacas del año previo, como indicador del índice de destetes.
Entre 2011 y 2021 osciló entre 62 y 64%, salvo el anómalo 60% de 2014. En 2022 saltó tres puntos, a casi 67% pero el año pasado trastabilló, volviendo a un pelito menos que el 64%.
No es un retraso severo y, dada la condición climática especial, se podría pensar en una pronta recuperación y la continuidad de la leve tendencia de mejora anotada.
El déficit de machos, sin cambios
La evolución de las existencias desde 2007, es decir, inmediatamente antes de la liquidación histórica, muestra que, tras la caída, los números se fueron recuperando, habiendo sumado hasta 2022 5,4 millones de los diez millones perdidos. Al año pasado la recuperación bajó a 4 millones, con lo que el stock se ubica 10% debajo de aquel nivel inicial.
Pero el análisis por categoría sigue mostrando una película bien diversa. Mientras vacas, y consecuentemente terneros, retornaron a aquellos niveles (vacas -4%, terneros +3%) y vaquillonas -16%, los machos presentan un desfasaje mucho más serio.
En conjunto, están un tercio abajo, pero si se los discrimina, los novillitos acusan 25% debajo de las cifras preliquidación en tanto los novillos están, nada menos, que a la mitad.
Es decir, de los 6 millones de cabezas faltantes del stock nacional, cuatro corresponden a machos jóvenes y adultos.
Esto representa un desequilibrio que las fuerzas del mercado deberían remediar. Sin una variación importante en el número de vacas, al irse completando el de machos, la producción de carne irá para arriba, así como el peso medio de faena, otro guarismo en el que la Argentina está en falta.
El valor de la experiencia
El clima del último trienio, especialmente de 2023, fue muy desventajoso, similar al de 2008-2009. Las condiciones regulatorias en que trabajó el sector también fueron parecidas, con restricciones específicas sobre las exportaciones de carnes más la existencia de brecha cambiaria e impuestos a la exportación, con sucesivas intervenciones para impedir la suba del precio de la hacienda.
Sin embargo, en aquella época se perdió el 20% del stock y ahora una fracción muchísimo menor.
Esta diferencia no se puede atribuir al cambio político ocurrido en diciembre, ya que hasta avanzado noviembre la incertidumbre acerca del resultado electoral y, consecuentemente, de la política desde el 10 de diciembre, impedía tomar decisiones fundadas en ese sentido.
Lo que creemos, quizás en función de la terrible experiencia de hace 15 años, es que el productor hizo un esfuerzo muy grande para defender su capital hacienda, especialmente con las vacas, pagando alimentos e incorporando nuevas prácticas de manejo.
Esta determinación se vio ayudada por las buenas expectativas a mediano plazo y un precio del novillo, como aproximación al de la hacienda, considerablemente mayor al de aquel momento, de alrededor de un 50% superior en moneda deflacionada.
En síntesis, el comportamiento durante la última crisis es una muestra más de la potencialidad de la ganadería que, sin políticas en contra, con una economía saneada, sin inflación, brecha cambiaria ni impuestos a la exportación, puede producir más carne en forma competitiva para el consumo interno y los mercados internacionales.
Por Lic Miguel Gorelik, Director de Valor Carne
Publicacion de «Valor Carne» de fecha 28/03/2024