De la mano del INTA, un pequeño campo piloto adoptó pasturas perennes, manejo del pastoreo midiendo el stock cada 15 días, nutrición según el estado de la vaca y servicio estacionado. “En siete años cuadriplicó la producción de carne, logra 96% preñez y vende teneros al destete con 250 kg. Todo con la billetera del productor”, afirma el extensionista Ignacio Besteiro, de Lobería.
Miguel Ángel Barsottini y su esposa Miriam.
Tras años como contratista, Miguel Ángel Barsottini inició la ganadería en un pequeño campo familiar de Colonia La Suiza, al sudeste de Bs. As, que hace siete años se transformó en una unidad demostrativa de cría intensiva, en una zona de baja productividad y suelos degradados. Para ello, el asesoramiento de la AER INTA Lobería y la colaboración del semillero Gentos fueron claves. Hoy, los protagonistas cuentan cómo logran 430kg de carne/ha promedio, muestra del potencial del manejo sustentable.
“Mi padre era colono y siempre me hablaba de la conveniencia de las ‘vaquitas’, pero yo estudié mecánica y me dediqué a sembrar. Como contratista tuve varios empleados, hoy tres, mañana dos, renegaba con las lluvias, las heladas, hasta que necesité una actividad más tranquila. Si hubiera sabido que me iba a ir tan bien con la ganadería, viviendo en este lugar privilegiado, con rutas asfaltadas a todos lados, hubiera dejado los fierros 20 años antes”, contó a Valor Carne Barsottini, quien junto a su esposa Miriam forman el equipo de trabajo del establecimiento San José.
¿Cuál fue el punto de partida? “Teníamos 100 ha mayormente con agricultura y el resto era campo natural y algún verdeo, había unas ovejas y siete a diez vacas, no más. Hace ocho años desde el INTA me propusieron hacer un campo piloto, yo recibiría ayuda de los técnicos y semillas, y todo lo demás corría por mi cuenta. Me interesó”, recordó.
Así las cosas, el productor vendió la cosechadora y empezó a comprar animales y a sembrar especies perennes. “Hoy tengo 90 vacas Angus negro y colorado y 49 ha de pasturas. Los técnicos miden el pasto cada 15 días, tanto creció, tanta materia seca hay disponible; y de acuerdo a eso planifican el pastoreo”, señaló.
¿Qué cambios hizo en el manejo del rodeo? “Dejamos atrás el servicio continuo; los toros se ponen en octubre y se sacan a principios de enero, hacemos sanidad una completa con vacunas, raspajes y demás. El tacto se hace en marzo y la vaca vacía o sin cría al servicio se vende. Los terneros empiezan a nacer en julio y a fin de agosto ya contamos con el 80% a 85% de la parición”, enumeró Barsottini.
El rodeo del establecimiento San José.
¿Los índices reproductivos? “Son altísimos, llegan al 92-96% de preñez y a 85-93% de destete. El año pasado vendí 94 terneros, con 250 kg y producimos casi 470 kg/ha de carne, nadie lo puede creer. El 5 de noviembre vendrán productores vecinos a una jornada que organiza el INTA para ver cómo lo logramos”, reveló.
Hasta hace cuatro meses, el productor manejaba el campo familiar completo, pero sus parientes vendieron una parte y él junto con el equipo de asesores decidió llevar todo el planteo a sólo 50 ha con los ajustes pertinentes. “Yo sigo adelante con mi parcela, me gusta mucho lo que hago, tengo 74 años y no voy a dejar la ganadería”, finalizó.
Detrás de escena
El acompañamiento de la AER INTA Lobería surgió hace unos siete años a partir de un relevamiento de la región que puso de manifiesto la problemática de los pequeños productores de Colonia La Suiza.
“La ganadería se hacía mayormente a base de verdeos de invierno y de verano, restrojos y algún bajo donde tenían la hacienda amontonada. Eso implicaba un alto costo del kilo producido, baja productividad, degradación de suelos y contaminación ambiental”, recordó el Ing. Ag. Ignacio Besteiro, extensionista de la Agencia. Entonces, prosiguió, “tomamos el establecimiento San José a modo de faro para otros productores, tratando de bajar el nivel de agroquímicos que conlleva hacer dos verdeos al año y la inestabilidad de la oferta forrajera, muy dependiente de las lluvias”.
El primer paso, tras el diagnóstico general, fue cambiar esos verdeos por pasturas perennes. “Ahí nos enfrentamos con limitantes de los suelos. Los campos típicos de la zona tienen bajos encharcables y en la loma hay tosca a escasa profundidad que, si bien va fluctuando, hay lugares donde está a 50 centímetros y otros casi en superficie”, alertó.
Con este panorama, en las áreas donde es posible “hacemos pasturas base alfalfa acompañada por distintos tipos de festuca, Phalaris o pasto ovillo; en otros ambientes festuca con lotus y en los bajos únicamente agropiro”.
En cuanto al modelo de negocio, “Barsottini nos dijo de entrada: ‘El campo es chico, no quiero complicarme, voy a vender los terneros al destete y la reposición será externa’. Bueno, muy bien, entonces los técnicos nos propusimos que obtenga la mayor cantidad posible de kilos de terneros, en forma sustentable”, comentó Besteiro.
Es más, este año, en que se quedó con la mitad de la superficie, el desafío fue mayor. “Si bien en su parcela estaban las pasturas y la otra era agrícola, íbamos rotando, hacíamos algún pastoreo sobre los rastrojos. Es decir que el área efectiva se nos achicó y tuvimos que rejuvenecer esas pasturas con estrategias de nutrición e intersiembras para prolongar la perennidad y seguir produciendo lo mismo”, argumentó.
En tal sentido, la carga de 1,8 madres/ha promedio se maneja en forma muy finita, según el stock forrajero y en base a eso se planifica el pastoreo rotativo y la suplementación con silo picado de maíz y henos producidos en el mismo campo, más algo comprado.
“Con estos recursos amortiguamos el sistema cuando hay que parar la pelota porque las tasas de crecimiento de las pasturas son bajas. También los utilizamos para la restricción preparto una vez que se destetan los terneros, siempre y cuando la vaca tenga buena condición corporal y pueda aguantar hasta el rebrote. Así, a medida que van pariendo pueden comer a voluntad”, explicó Besteiro.
Con este paquete tecnológico, la producción de carne pasó de 106 a casi 400 kg/ha/año.
Sin embargo, la historia no termina ahí y hubo un nuevo salto a partir de la incorporación del establecimiento a una iniciativa de Fontagro, en la que participaba el INTA y Gentos, con el objetivo de implementar una metodología sencilla para tomar decisiones de manejo del pasto, apoyándolas desde una plataforma web.
Así las cosas, hace tres años, el MV Lucas Solé, facilitador de Fontagro, empezó a estimar el pasto en varios campos de la zona. “En la práctica, hacemos una recorrida cada 15 días que nos lleva dos horas; se cortan muestras por arriba de los 5 cm, se secan en microondas, o bien se utiliza un pasturómetro, y se determina la cantidad de materia seca que podría aprovechar el animal. A su vez, con la App “Gestión del Pasto” de lNTA Balcarce predecimos la tasa de crecimiento de cada pastura”, afirmó.
¿Y las decisiones? “A partir de la estimación de las diferentes parcelas se obtiene un promedio del campo que, en el caso de Barsottini, es de 550 kg de MS/ha. Si la última medición está cerca de eso se sigue con el pastoreo planificado, si está por arriba se hacen reservas y si está por abajo se suplementa o se baja la carga”, indicó Solé. Y resaltó: “lo más relevante de este método es hacerlo rutinariamente, eso nos permite conocer el resultado de las decisiones anteriores y hacer correcciones. La idea es consumir el pasto en la mayor cantidad y calidad posible”.
Una vez que el proyecto de Fontagro terminó, Barsottini y otros productores contrataron al facilitador para continuar con la tarea en privado. “Desde que se trabaja con esta metodología, el establecimiento San José aumentó a 430 kg de carne/ha promedio. Medir el stock de pasto es una herramienta valiosísima”, subrayó Besteiro.
Para finalizar, el extensionista destacó que aún hay mucho más para ordenar en el manejo del pasto y del rodeo. “Todo cambio se hace siempre y cuando el productor nos lo permita, o sea, con su billetera, tiene que ser negocio. Por lo pronto, él cuadruplicó su producción y nosotros hacemos jornadas en una zona donde hay muchos campos pequeños con problemáticas similares e incluso vienen otros profesionales para discutir la tecnología in situ. La cooperación es provechosa”, concluyó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicación de «Valor Carne» de fecha 31-10-2024