En los últimos años las micotoxinas aparecen con mayor frecuencia en el feedlot y en la recría intensiva afectando la ganancia de peso y la salud animal. Una iniciativa a cargo de investigadores de distintos ámbitos está capacitando a técnicos de campo para diagnosticar esos cuadros y minimizar pérdidas. Qué pueden hacer los productores.
La intensificación de la ganadería y la variabilidad climática han puesto sobre el tapete la creciente importancia de ciertas micotoxinas que escapan a las técnicas utilizadas tradicionalmente para mitigar sus efectos. En este contexto, un grupo de investigadores del INTA Balcarce, el CONICET, la Universidad de Mar del Palta (UNMdP) y el laboratorio Vetanco llevó adelante la capacitación de más de 70 técnicos que recibieron información científica de primera mano sobre la problemática. Hoy Valor Carne pone estos conocimientos a disposición de los ganaderos.
“Hicimos dos cursos de un día y medio, una carga horaria importante para asesores de campo. Y nos llevamos la sorpresa del gran interés que había entre los veterinarios, agrónomos y técnicos de empresas de nutrición. Es evidente que las micotoxinas han empezado a ser un problema estructural en la ganadería intensiva”, contó el Ing. Agr. Pedro Sueldo, Coordinador científico de rumiantes de Vetanco, quien lideró los encuentros realizados en San Francisco (Córdoba) y Trenque Lauquen (Buenos Aires).
En tal sentido, todavía existe el preconcepto de que las micotoxinas sólo aparecen por un mal almacenamiento de los forrajes. “Esto es cierto, en parte; algunas – como la aflatoxina, que es la de mayor toxicidad- se generan durante el acopio. Pero hay otras -DON, ZEA- que provienen de Fusarium, un hongo muy difundido en los cultivos de maíz, trigo y soja. O sea que en estos casos el problema ya viene del campo”, advirtió.
¿Por qué aparecieron más en los últimos tiempos? Por la creciente utilización de silajes y granos en la alimentación del ganado. “En los sistemas extensivos, la flora ruminal funciona a pleno y actúa como primera barrera de defensa frente a algunas micotoxinas, no todas. En el feedlot el rumen tiene que procesar gran cantidad de concentrados y eso genera mayores tasas de pasaje, menor tiempo de digestión y un pH ruminal más bajo. Por lo tanto, la capacidad microbiana para detoxificar se ve disminuida. El animal es más vulnerable”, explicó.
Cuándo y dónde
La Dra. Marcela Gerpe, investigadora del CONICET y profesora de Ecotoxicologia de la UNMdP, expresó que las micotoxinas son ‘metabolitos secundarios’ producidos por hongos. Es decir, no son necesarios para funciones primarias como crecer y reproducirse.
“En épocas benévolas, con humedad y temperatura adecuadas, algunos de esos hongos pueden afectar el rendimiento del cultivo, pero no necesariamente producen toxinas. Sólo lo hacen cuando sufren estrés, por ejemplo, ante una sequía, porque es la forma que tienen de competir por los recursos”, aclaró.
¿Y este año? “Si bien hubo mucha humedad, surgió un cisne negro en el maíz, la chicharrita, que es una puerta abierta para los hongos y también para que se estresen. Todavía no sabemos la carga de micotoxinas que tendremos en esos cultivos. Es una incógnita, recién estamos por abrir esos silos”, intercedió Sueldo.
Lo importante para el productor es saber qué le pasa al animal que está consumiendo esos metabolitos. “Mientras las micotoxinas ‘atacan’ la flora ruminal, ésta trata de detoxificarlas, sacárselas de encima y eliminarlas por medio de la orina o de las heces. Esto representa un costo energético para los animales, que pierden eficiencia de conversión además de tener mayor posibilidad de enfermarse”, advirtió Gerpe.
Si bien cada micotoxina genera un problema diferente -la aflatoxina afecta el sistema hepático; ZEA, el reproductivo; y DON, el consumo- todas tienen actividad antimicrobiana y la mayoría genera inmunosupresión. “O sea, que el animal tiene menos defensas para combatir otras enfermedades, por ejemplo, neumonías, algo muy importante en sistemas intensivos”, pormenorizó la Dra. Claudia Castellari, de la Unidad Integrada de Balcarce (INTA-UNMdP).
Un caso real
El Lic. Juan Ignacio Poo, responsable del Laboratorio de Toxicología Veterinaria del INTA Balcarce presentó un ejemplo de un campo de recría de 9 de Julio (Buenos Aires) que resulta elocuente de la complejidad de los cuadros generados por micotoxinas.
¿Qué ocurrió? Entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, o sea, antes de la sequía extrema, ingresaron 2.046 terneros de 139 kg y al principio se manejaron sobre una pastura de festuca y alfalfa. Luego, como presentaban baja performance, se suplementaron con silo de maíz. Sin embargo, además de seguir perdiendo peso, nada menos que 12 kg en un mes, 12 de ellos murieron.
“Entonces, nos llamaron. De entrada, presumimos que el problema era la carga parasitaria porque anteriormente el potrero había sido pastoreado por vaquillonas y ese verano las lluvias fueron abundantes. También colaboró con nuestra suposición el hecho de que tanto la pastura como el silo tenían buen aspecto y no se veían hongos”, contó Poo, refiriéndose a la visita del Servicio de Diagnóstico Veterinario Especializado.
Así las cosas, siguiendo el protocolo, se hicieron necropsias y se tomaron las muestras necesarias. “Cuando buscamos nematodos no los encontramos y el contenido de HPG dio muy bajo. Pero al analizar la pastura vimos que había micotoxinas y aunque no excedían los valores permitidos, sabemos que gran parte de sus efectos son crónicos. En el silo, sí hallamos altas concentraciones”, informó, aludiendo a la presencia de DON y ZEA que desencadenaron además daños en el organismo.
Esto se confirmó cuando se analizó el rumen y se vio que la mucosa era oscura, con vellosidades adheridas y úlceras, signos que ya se habían reportado por las micotoxinas.
“Le recomendamos al nutricionista del campo que dejara de suministrar ese silaje y los terneros recuperaron su condición corporal”, finalizó Poo.
Qué hacer
Hay varios pasos a seguir para poder utilizar alimentos con altos niveles de micotoxinas. “En estos tiempos y sobre todo con la chicharrita en zonas donde antes no era problema, es necesario hacer un análisis de todos los ingredientes de la ración para diluir los más contaminados”, aconsejó Sueldo. Y agregó: “No obstante, si tengo todo el silaje comprometido entran a jugar otras herramientas”.
Tradicionalmente se han utilizado adsorbentes que actúan muy bien frente a las micotoxinas que tiene carga en superficie (aflatoxinas). Con este mecanismo, se pegan y ese complejo no puede ser absorbido por el animal que lo termina eliminando en las bostas. Pero no son eficientes frente a otras como DON y ZEA que no tienen esa característica.
Pedro Sueldo.
“Además, estos adsorbentes no son específicos. Si encuentran cualquier otro componente de la ración que tenga carga, corre la misma suerte. Esto incluye a los minerales y vitaminas que son muy importantes para la nutrición animal”, alertó.
Lo más novedoso es un producto enzimático que actúa biotransformando esos tóxicos. “Contiene una enzima para cada tipo de micotoxinas, sea del almacenaje o del campo. Así, las desdobla y genera compuestos que no son tóxicos para el bovino ni se acumulan en las heces”, señaló.
Para finalizar, Sueldo resaltó que la biotecnología aplicada al control de micotoxinas tiene un enorme futuro. “La creciente intensificación de la producción de carne está llevando a que estas toxinas ya no sean consideradas problemas coyunturales sino agentes antinutricionales estructurales”, planteó.
Y anunció: “Con esta visión conformamos el equipo interinstitucional de docentes y próximamente haremos nuevos cursos en otras zonas”.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicación de «Valor Carne» de fecha 23/05/2024