Especialistas del INTA proponen estar atentos al comportamiento de los animales
para identificar síntomas causados por el estrés calórico y plantean la adopción de
medidas de prevención que favorezcan el bienestar del animal.
Las altas temperaturas producidas en el verano afectan la nutrición, fertilidad y
producción de rodeos de carne y leche.
Un animal estresado consume menos alimento y esto afecta su rendimiento,
disminuyendo su productividad (hace que se perjudique la producción de
leche, la salud y el comportamiento del animal).
En el caso de un tambo, puede producir hasta un 20 % menos de leche, y en
condiciones extremas técnicos aseguran que puede reducirse hasta un 40%.
No afecta solo la cantidad sino también la calidad
debido a que disminuye la concentración de proteína y materia grasa. Mientras que, en
rodeos para carne, puede verse afectada la ganancia de peso y fertilidad.
Proyecciones de días con altas temperaturas y precipitaciones escasas les exigen a los
productores ganaderos reforzar el cuidado de los rodeos, principalmente para minimizar los
efectos del golpe de calor.
Especialistas del INTA recomiendan estar atentos al comportamiento de los animales para
identificar síntomas de estrés calórico de manera temprana y extremar la adopción de
medidas de prevención que favorezcan el bienestar pecuario.
“Durante el verano, los problemas asociados con el calor ganaron protagonismo, ya sea
por la pérdida de eficiencia productiva observada en algunos sistemas como por la
ocurrencia de importantes mortandades”, apuntó Joaquín Armendano, especialista del
INTA Balcarce, quien recomendó: “Anticiparnos a los momentos de mayor riesgo resulta de
vital importancia para hacer más eficiente la producción en esta época”.
No obstante, las temperaturas registradas en las últimas semanas, provocan que el rodeo
se aleje de la zona de confort térmico y afectan su eficiencia productiva y reproductiva.
“Cuando la temperatura del ambiente supera los 25 °C y la humedad alcanza
el 50 %, durante períodos de tiempo prolongados (ola de calor), los
animales se estresan, pierden bienestar y eso impacta en la
producción diaria de leche, que puede llegar a disminuir hasta un 20 %”,
señaló Miguel Taverna, referente en lechería del INTA Rafaela, Santa Fe.
La hora más crítica suele ser alrededor de las 15 y las 17 horas, cuando se
maximiza la temperatura ambiente. Para minimizar los efectos de las altas temperaturas,
Taverna recomienda “la implementación de sombras y el enfriamiento directo de los
animales mediante el uso de ventiladores y aspersores”.
La instalación de sombras e los comederos y bebederos implica gastos extras en la
empresa tambera, pero ayuda a mantener la producción. De acuerdo con Jorge Ghiano,
especialista del INTA Rafaela, “es una inversión necesaria, que se paga en dos años”.
Para Ghiano, “si bien lo ideal es tener sombra natural, una opción muy útil es armar
estructuras con malla plástica de mediasombra con 80 % de densidad y orientadas de
norte a sur, a fin de lograr una superficie cubierta de cuatro metros cuadrados por animal”.
“Todos los animales deben tener acceso libre a la sombra y a los bebederos, que tienen
que contar con agua en cantidades y calidades óptimas”, añadió.
Un ensayo realizado en el tambo instalado en el INTA Rafaela con Sistema de Ordeño
Voluntario (VMS, Voluntary Milking System, en inglés) demostró que la incorporación de
ventiladores y aspersores en las zonas de descanso, bebederos y corrales de alimentación
permitió incrementar hasta un 14 % la eficiencia de conversión, el equivalente a 1,5 litros
más de leche por cada kilo de materia seca consumida.
Cómo saber si una vaca tiene calor
En condiciones de temperaturas medias habituales, las vacas respiran unas 20 veces por
minuto y el volumen del aire expirado es de 40 a 60 litros. Sin embargo, a 40 °C pueden
respirar 115 veces por minuto con un volumen expirado de 300 litros.
De esta manera, el incremento de la respiración suele ser el primer síntoma visible de la
respuesta al estrés térmico. A medida que aumenta la cantidad de aire respirado, mayor
será la pérdida de calor. Luego, pasan a disminuir la ingesta de alimentos.
No sólo importa la temperatura
Si bien la temperatura ambiente es importante para determinar el estrés calórico, por sí
sola no es una adecuada expresión de la respuesta animal, ya que su efecto sobre el
ganado es alterado por la acción del viento, la humedad relativa, las precipitaciones, la
velocidad del viento, el nivel de radiación solar, entre otros.
El aumento de la temperatura eleva el consumo de agua y deprime el consumo de
alimento. Las temperaturas iguales o mayores a los 30 °C, asociadas con niveles elevados
de humedad relativa (que superen el 80 %) y ausencia de noches frescas, disminuyen la
producción.
La hora más crítica suele ser alrededor de las 15 y las 17 horas, cuando se maximiza la
temperatura ambiente. Para minimizar los efectos de las altas temperaturas, Taverna
recomienda “la implementación de sombras y el enfriamiento directo de los animales
mediante el uso de ventiladores y aspersores”.
La instalación de sombras en los comederos y bebederos implica gastos extras en la
empresa tambera, pero ayuda a mantener la producción. De acuerdo con Jorge Ghiano,
especialista del INTA Rafaela, “es una inversión necesaria, que se paga en dos años”.
Para Ghiano, “si bien lo ideal es tener sombra natural, una opción muy útil es armar
estructuras con malla plástica de mediasombra con 80 % de densidad y orientadas de
norte a sur, a fin de lograr una superficie cubierta de cuatro metros cuadrados por animal”.
“Todos los animales deben tener acceso libre a la sombra y a los bebederos, que tienen
que contar con agua en cantidades y calidades óptimas”, añadió.
Un ensayo realizado en el tambo instalado en el INTA Rafaela con Sistema de Ordeño
Voluntario (VMS, Voluntary Milking System, en inglés) demostró que la incorporación de
ventiladores y aspersores en las zonas de descanso, bebederos y corrales de alimentación
permitió incrementar hasta un 14 % la eficiencia de conversión, el equivalente a 1,5 litros
más de leche por cada kilo de materia seca consumida.
Publicaciòn de «Infocampo» de fecha 18/01/2018