Hace quince días atrás escribíamos sobre el riesgo asumido en la extensión del plazo de financiación como recurso para compensar la caída de los precios de la invernada, y alertábamos que el riesgo implícito asumido estaba siendo mal mensurado y subvalorado, dado que el sobreprecio obtenido por dicho diferimiento en el cobro de la hacienda vendida, no compensaba el costo de oportunidad al que se renunciaba.
Cabe aclarar que la necesidad de financiación, entendida por el productor como artilugio financiero de contención de precios en fuerte caída, era también cuestionada por el citado artículo al considerar que el productor omitía en su proceso decisorio el valor que merecía cobrarse por el riesgo de incobrabilidad asumido.
En dicho artículo se hacía referencia explícita del costo de oportunidad del dinero, entendiendo al mismo como el valor de posibles beneficios renunciados como consecuencia de la decisión adoptada en el acto de extensión de plazos de financiación, y se sugería como ejemplo, que inversiones alternativas en el mercado financiero (Ej: LEBACs de rendimientos en aquel entonces de TNA=30,25%) resultaban más rentables, incluso significando alternativas de menor riesgo.
Ahora, dadas las circunstancias que configuran nuestra coyuntura, que no solo convalidan las afirmaciones de hace 15 días, sino que incluso hoy las exacerban, es que nos proponemos analizar qué elementos explican en mayor medida el incremento del factor RIESGO, afectando incluso más negativamente, el pago que hace de este la plaza actual en la compra/venta de terneros de invernada.
A tal efecto, y poniendo el acento en la afectación del costo de engorde a afrontar por los potenciales compradores de hacienda de invernada, necesariamente se debe analizar la evolución de los precios de un insumo fundamental como resulta ser el maíz. Para ello recurrimos al siguiente gráfico que nos muestra su evolución, en términos nominales, desde principios del año 2017 hasta la fecha.
Claramente, dicho producto, clave en la composición de la dieta de todo ciclo de engorde, experimenta una tendencia alcista, que no se explica por cuestiones estacionales, sino que se funda en la escasez producto de una cosecha altamente afectada por cuestiones climáticas, verificándose en los precios de dicho recurso un fuerte incremento en términos reales.
Por otro lado, pero también haciendo foco en el bolsillo del productor mixto, que no solo vive de la cosecha, sino que también destina parte de su presupuesto económico a la ganadería (cría e invernada), resulta importante destacar el impacto de las pérdidas por la sequía del sector agrícola a nivel nacional, que según palabras de la jefa de informaciones y estudios económicos de la Bolsa rosarina (Emilce Terré), este año ascenderían a USD 4.600 millones de dólares, o 0,7% del PBI.
Asimismo, resulta importante destacar como crítico, en lo que respecta a las limitaciones fácticas que le impone la realidad a los productores agropecuarios, la reciente restricción en la posibilidad de descontar cheches que ofrecía hasta hace una semana el sistema bancario, y que según una fuente de alta jerarquía en el área agropecuaria del BNA, frente a un reciente incremento significativo del costo financiero, y del volumen de cheques vendidos respecto al promedio de descuentos durante meses previos a los recientes desequilibrios financieros, dicha entidad habría optado por limitarlos al promedio mencionado.
Está claro que la Argentina en estos últimos días cambió, y si bien el BCRA hoy se encuentra más comprometido por su coyuntura, (LEBACs↑ TNA=40%, persistente corrida cambiaria, deterioro de su confianza externa e interna, y una reciente devaluación del peso que impone una mayor presión inflacionaria), ningún pronóstico serio avizora, al menos en el corto plazo, un posible default de dicha entidad. Por el contrario, en la economía real donde se producen y tranzan los bienes agropecuarios, nada ha mejorado en términos económicos, y mucho menos desde lo financiero. Respecto a esto último, es que podemos mencionar las dificultades ya presentes y señaladas en el informe anterior, respecto del deterioro significativo en los precios reales del ternero de invernada, y una demanda de los mismos que enfrenta, no solo una curva ascendente de sus costos operativos de engorde (Personal, alimentación, combustibles, etc.), sino que ahora también se incorporan mayores pérdidas en rindes por lluvias en las áreas sembradas, y restricciones en las alternativas disponibles para la financiación (límites al descuento de cheques), con su respectivo incremento en el costo de los mismos.
Dicho esto, y sin el ánimo de alentar paranoia ni pesimismo en el negocio ganadero, hoy entendemos prudente sugerir ciertos recaudos a considerar a la hora de vender los terneros. Siempre con el esmero en defender el precio de lo vendido, pero por sobre todo, priorizando la idea de minimizar el riesgo de no cobrar dichos bienes, hoy pondríamos el acento en la necesidad de acotar los plazos de financiación, o por lo menos aferrarse a los habituales de cada eslabón de la cadena. Esto con el objeto de tamizar la demanda, limitándola sólo al protagonismo de aquellos (invernadores/feedloteros) financieramente sanos, con deudas bancarias sustentables, y cuyos proyectos productivos contemplen un ciclo de engorde libre de especulaciones respecto de saltos significativos del precio del gordo que habiliten expectativas de “revoleo” vía plazos y capital de trabajo ajeno. En tal sentido, e independientemente del canal de comercialización elegido para la venta de sus terneros, (Con intervención de Consignatarios / directo sin intervención), en principio, tanto para el productor como para los propios consignatarios, la prioridad en la venta debería orientarse a la minimización del riesgo de no cobrar.
Por lo dicho, y ratificando la conclusión de la nota publicada hace ya quince días, resulta racional concluir que frente a la disyuntiva de, diferir o no, el cobro de ventas otorgando más plazo, la posible recompensa en el precio del producto vendido no estaría bien paga, ya que el mercado financiero ofrece oportunidades que la mejoran incluso con menor riesgo de incobrabilidad. Por ello, entendemos prudente y racional como alternativas para el productor, la venta al plazo habitual, y/o, dependiendo de la disponibilidad financiera, recursos forrajeros e infraestructura, una eventual recría que le permita disponer de terneros y novillitos para una oferta contra estación durante los meses de -septiembre / octubre- con una mejora relativa de precios en términos reales, y la ilusión de encontrar una estabilidad macroeconómica que ofrezca mayores garantías.
Publicaciòn de «Decisiòn Ganadera» de fecha 15/05/2018