En suelos de pobre aptitud agrícola, sorteando secas y excesos hídricos, un productor bonaerense comparó los híbridos resistentes a herbicidas con variedades tradicionales en un sistema de cría intensiva. “Pudimos mantener 12 vacas/ha durante 100 días de invierno, 5 más que en lotes testigo”, afirmó.
A fines de 2017, Advanta Seeds lanzó sorgos híbridos resistentes a herbicidas de la familia de las imidazolinonas. Esta innovación es una respuesta a una de las principales problemáticas del cultivo, que presenta fuertes caídas de rendimientos ante la presencia de malezas en pos-emergencia, sobre todo gramíneas. En la última campaña, 35 productores de distintas zonas ganaderas de la Argentina y Uruguay probaron estos híbridos IMI, graníferos y de alto tanino, y los compararon con variedades tradicionales. Leandro Abdelhadi, de Ranchos, Buenos Aires, uno de los pioneros en testear la tecnología, cuenta su experiencia.
“Tenemos un campo familiar de 463 ha que participó del ensayo, sembramos 10 ha de sorgos IMI y 3ha de sorgos con la tecnología convencional. En nuestro caso, hicimos un seguimiento y una toma de información muy detallada, por mi formación profesional”, dijo a Valor Carne el productor, que además es médico veterinario y asesor en nutrición y forrajeras.
El establecimiento de Abdelhadi, dedicado a la cría bovina intensiva, maneja una carga de dos vacas por hectárea sobre pasturas, con doble servicio estacionado: la mitad de la parición se realiza en otoño y la otra mitad a fines del invierno-primavera. Dentro de este esquema, cuenta con una base pastoril de otoño de la mano del raigrás y, como no dispone de demasiada área apta para alfalfas, el sorgo hace un aporte de forraje clave en verano, tanto para pastoreo directo como para producir reservas.
La experiencia
“El beneficio de la nueva tecnología se vio de entrada. Los sorgos convencionales debíamos tratarlos con un antídoto para poder aplicar un herbicida que controle las gramíneas de verano. En cambio, con los híbridos IMI, evitamos ese paso porque la semilla ya es resistente a herbicidas. Además, las imidazolinonas son mucho más efectivas que los herbicidas habituales”, aclaró. De hecho, prosiguió, “en el lote con sorgos tradicionales, aplicando herbicida a dosis máxima, igual hubo escape de gramíneas, que finalmente afectaron el rendimiento del cultivo, cosa que no pasó con la nueva tecnología donde el control de malezas fue total”.
Sin embargo, el productor debió sortear un desafío adicional. Los avatares del clima que vivió la región pampeana en la última campaña pusieron a prueba el cultivo, tanto el nuevo como el convencional, que habían sido planeados para confeccionar silo y utilizarlo en la recría durante el invierno.
“La idea era sembrar no más allá de la primera quincena de noviembre para poder hacer el silo en marzo. Pero como veníamos de un año complicado con el agua, se nos retrasó y lo terminamos implantando en diciembre”, contó. Esto también postergó el punto óptimo para el ensilado, con lo cual hubo que enfrentar nuevas complicaciones. “Cuando llegó ese punto, primera quincena de abril, empezó a llover y no paró más”, recordó Abdelhadi, aclarando que después del verano muy seco, cayeron 550 mm desde el 1º de abril hasta mediados de agosto.
Ante estas dificultadas, decidió cambiar el objetivo del cultivo y la categoría para aprovecharlo. “No lo pudimos ensilar porque no había piso para entrar con las máquinas. Entonces, terminamos haciendo un uso diferido en invierno con vacas secas preñadas. Empleamos un sistema de pastoreo frontal, corriendo el alambrado eléctrico para que consuman cada parcela durante tres a cuatro días”, contó. Sin embargo, aún con la fuerte variabilidad climática, pronto confirmó que se habían logrado buenos resultados.
¿Cómo calculó el rendimiento? “Conociendo el peso de las vacas y sus requerimientos hice una estimación indirecta de lo que se produjo. Son animales de 480 kg que comen en promedio 14 kg de materia seca por cabeza y por día. Entonces, el rinde surgió a partir de la cantidad de vacas que nos permitió sostener cada alternativa consumiendo sorgo durante 100 días de invierno”, explicó. Y pormenorizó: “con el sorgo convencional mantuvimos el equivalente a 7,5 vacas promedio por hectárea, mientras que con el nuevo alcanzamos 12,2 vacas”. Luego, llevando estas cantidades a materia seca, se obtuvo un rinde de 10,5 ton/ha y 17 ton/ha, respectivamente. “Esto es lo cosechado a diente, son datos bien reales”, subrayó Abdelhadi.
¿Por qué se dio esa diferencia? “Sin duda está explicada por las malezas. En un caso las gramíneas que le compitieron al sorgo utilizaron parte del agua y los nutrientes que le pusimos”, señaló. En ese sentido, detalló que esos rendimientos se lograron con buenas dosis de fertilizantes, fosfato diamónico y urea, y con apenas 19 mm de lluvia en pre-siembra y 184 mm desde la siembra al 31 de marzo. “En concreto, no llovió casi nada, en un ambiente que tampoco permite acumular demasiada agua en el perfil, ya que hay una capa de arcilla a 40-50 cm de profundidad, es una zona que no tiene gran aptitud agrícola”, sostuvo.
Una cuestión que influyó en los resultados fue el seguimiento de la información meteorológica. “Dentro de la poca agua que tuvimos, supimos aprovecharla, estábamos atentos a los pronósticos. Esperamos que lloviera esos 19 mm y sembramos, sabíamos que venían otros 20 mm y fertilizamos, todo así fue, porque tampoco se pueden aplicar altas dosis de nitrógeno si después no hay agua para incorporarlo”.
Para Abdelhadi, diferir un sorgo granífero fue un desafío, aunque finalmente puso al descubierto una oportunidad. “Lo diferimos para no perderlo, ya que dentro del cultivo también está el grano que, por supuesto, no está roto. Para ese uso, prefiero materiales azucarados. Pero en nuestra zona, con problemas de piso, estos sorgos que no son tan voluminosos, permiten hacer un mejor aprovechamiento, a pesar de que parte de ese grano que entra por la boca no será aprovechado”, planteó. Así las cosas, puso en marcha una ajustada estrategia para evitar problemas nutricionales y maximizar resultados: “Revisábamos las bostas y con eso sabíamos si debíamos corregir la alimentación. Suplementamos con bloques de magnesio enriquecidos con urea, para ayudar a digerir el forraje a medida que avanzaba el invierno “, señaló.
Finalmente, el productor destacó que haber sido uno de los 35 pioneros a nivel mundial que sembraron los híbridos IMI fue provechoso. “Nos reunimos en mi campo para intercambiar información y vi mucho entusiasmo con el potencial de esta tecnología. Algunos plantearon que sería importante contar con resistencia a las imidazolinonas también en materiales forrajeros. Por lo pronto, en esta campaña, cualquier productor puede comprar estos nuevos híbridos graníferos y hacer su propia experiencia”, concluyó.
Por Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicaciòn de «Valor Carne2 de fecha 10/09/2018