“El avance tecnológico fue removiendo una a una las limitantes del centro norte del país para producir carne de calidad, pero faltaban mercados que valoraran la hacienda pesada. Ahora, apareció un destino que permitirá aprovechar sus ventajas: la exportación”, dijo a Valor Carne, el Ing. Agr. Oscar Melo, docente de nutrición animal de la Universidad Católica de Córdoba y consultor de empresas. Y enfatizó: “Si las ventas externas siguen avanzando, el crecimiento ganadero de esta región será el más destacado, superando al de la pampa húmeda, por su gran disponibilidad de campos recriadores y al del NEA por la abundancia de granos”.
El puntapié inicial para el despegue de la actividad fue el desarrollo de razas adaptadas a los rigores del clima. “Se consolidaron las cruzas de británicos con índicos, Braford y Brangus, e incluso aparecieron cruzamientos con razas africanas, dando lugar al Bonsmara y San Ignacio. O sea que la cuestión racial es un tema hecho”, afirmó. En cuanto a las pasturas, el especialista recordó que la ganadería argentina se originó en la pampa húmeda y, por lo tanto, se introdujeron forrajeras de ambientes templados, pero que no prosperaban en el Norte. “Cuando llegaron las megatérmicas adaptadas a crecer en épocas de calor, que es cuando llueve en esta región, la cosa cambió. Hoy, hay muchas variedades disponibles, que van cubriendo las necesidades de cada zona de acuerdo al tipo de suelo y la cantidad de lluvias”, observó.
También hubo un importante desarrollo agrícola de la mano de la soja, el maíz y el sorgo, que dieron sostén a los feedlots para terminar el ganado. El menor valor relativo de sus granos, por la lejanía al puerto, agregó otra ventaja y despertó el interés de numerosos empresarios.
“Llegaron productores del sur y los locales fueron copiando las innovaciones que traían. La adaptación agrícola fue rapidísima y eso impactó de lleno en la ganadería”, detalló Melo, indicando que hoy el Norte cuenta con granos, subproductos y con la posibilidad de hacer reservas como para sortear su gran variabilidad climática, más marcada que la pampeana.
Sin recría no hay exportación
Para Melo el centro norte está más preparado para la exportación que otras regiones del país por varias razones. “Para hacer un buen novillo pesado hace falta una recría de al menos un año, para luego terminar el animal en el feedlot. Las pasturas del Norte son las más abundantes y permiten hacer esa recría a campo, con costos sustancialmente menores que a corral”, destacó Melo y subrayó que, por lo tanto, es el modelo que tiene más futuro en la Argentina.
Además, prosiguió, hay un subproducto que no tienen en el sur, que es la semilla de algodón, sobre todo en Chaco, Santiago del Estero y parte de Formosa. “Está disponible en cantidad porque se producen más de 1.000 kg de semilla por hectárea de algodón para fibra. Sale justo antes al invierno, lo que permite utilizarla con facilidad para suplementar animales en pastoreo, mejorando las recrías”, afirmó.
Aún con todas estas fortalezas, el desarrollo del Norte tenía la limitación de estar lejos de los grandes centros de consumo. “Si bien la región produce animales livianos, de Buenos Aires, no iban a ir a comprar a Santiago del Estero ni a Salta, o sea que el mercado interno no era capaz de impulsar la ganadería local. Ahora, tiene la exportación, que mejoró sustancialmente sus oportunidades. Este destino no requiere estar cerca de las ciudades más populosas, sino de los frigoríficos”, señaló.
¿Industrias exportadoras? “No hay suficientes. Pero esta desventaja se diluye en buena medida porque una jaula de novillos pesados rinde y el flete incide menos. Recién cuando la oferta para faena sea tentadora, se podrán instalar más plantas”, respondió Melo. Y agregó: “aún haciendo pesados, hay categorías y cortes que no se exportan. En concreto, con el envión exportador la región podrá ser excedentaria incluso para consumo propio”.
Los cambios por venir
Si el Norte industrializa los granos dará el siguiente paso para consolidar su crecimiento. “Hoy es común ver fábricas alcoholeras que brindan burlandas. Pero son muy pocas las minidestilerías a escala feedlot que permiten elaborar el subproducto en los propios campos. Hay muchísimo maíz que está saliendo directamente a puerto, que se podría procesar en la zona y utilizarse para la ganadería”, planteó.
Sin embargo, Melo piensa que lo interesante es que se cuenta con la materia prima necesaria para alimentar a todos los animales. “La burlanda funciona a maíz y el expeller a soja, y la región produce ambos granos», insistió, haciendo una puesta a punto de los cambios en la agricultura de los últimos tiempos que están poniendo en valor la ganadería local.
La difusión de maíces transgénicos, con genes que toleran muy bien los lepidópteros, fue un hecho trascendente. “El cogollero tiene incidencia en todo el país, aunque en el Norte, mucho más, sobre todo en las plantas pequeñas, en nacimiento. Teníamos que sembrar más temprano, cuando la carga de insectos era baja, pero nos florecía en pleno verano, con calores limitantes para una buena polinización. Mientras que ahora podemos hacerlo a fin de año, principios de enero, así florecen en marzo. Ahí ya estamos en una condición muy superior para que la temperatura no afecte ese proceso y haya un perfecto llenado de todos los granos”, explicó Melo, señalando que de ser un cultivo prácticamente prohibitivo se pasó a contar con amplias superficies cosechadas. “Cada vez que hay un cambio en el maíz, hay un impacto en la ganadería”, detalló.
Una mejora similar se vivió con la sojas transgénicas resistente a insectos. «La sojas intacta son mucho más utilizadas en el norte que en el sur, porque la agresividad de los insectos es mayor y todo lo que puede ayudar a combatirlos tiene un efecto más fuerte. Su comportamiento frente a una variedad de lepidópteros, nos permite lograr muy buenos resultados con menos tratamientos y sin un control tan permanente del cultivo. Y la soja, claro, la usamos como poroto en la dieta y como expeller”, sostuvo.
Otra innovación que ya está aprovechando la región son los sorgos resistentes a herbicidas que permiten ganarle a las malezas, un aspecto clave en este cultivo. “A diferencia del maíz, donde el rinde se define prácticamente hacia el final del ciclo, en el sorgo esto se juega a la mitad, porque la maleza incide muchísimo en las etapas iniciales. Los híbridos IMI hacen que el cultivo tenga un buen comienzo y la mejora en el rendimiento es extraordinaria. Yo, particularmente, ensilo mucho más sorgo que maíz. En la dieta uso grano de maíz y silo de sorgo”, contó.
Melo considera que la ganadería regional está “completa” en cuanto a recursos productivos. «Si bien no es aún un sector demasiado relevante para el país, no le veo debilidades respecto de la pampa húmeda. En cuanto al NEA, hay más limitantes para producir animales para faena, no tiene granos. Si uno mira Corrientes, por ejemplo, las tierras que no son ganaderas, se destinan a arroz y forestación, que no son actividades complementarias. En Santiago del Estero, en cambio, el crecimiento agrícola es importante y todo lo que se cultiva tiene destino ganadero», finalizó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicaciòn de «Valor Carne» de fecha 21-10-2019