“Los productores de la zona conocemos el fuego, no es la primera vez que nos afecta, aunque nunca en esta magnitud. Nos impactó la voracidad, empezó a unos 10 km, vimos el humo y pensamos que se iba detener ahí. Pero era un día muy ventoso y en menos de dos horas llegó casi a la entrada de mi campo. En dos días, se me quemó el 70% del pastizal natural”, dijo la M.V. María Del Rosario Ahumada, que alquila un establecimiento ganadero de 156 ha en Villa Giardino, Córdoba.
¿Los animales? «Aquí, la mayoría de los ganaderos son criadores y venden los destetes livianos; nosotros hacemos algo de verdeos y maíz, y suplementamos con balanceados y fibra, así los llevamos a unos 270 kg promedio. Como están acostumbrados al manejo, pudimos encerrarlos rápidamente y no tuvimos bajas. Pero en un campo vecino se quemó todo, incluso algunos vacunos, lamentablemente”, contó.
¿Cómo están ahora? «Es complejo, los animales venían sufriendo la sequía, generalmente con pérdida de estado corporal, y ahora los tenemos encerrados y dándoles de comer, muchas veces en forma insuficiente. Alrededor hay piedra y ceniza, y gran parte de los campos están abiertos, porque el fuego devoró alambrados, postes, todo. Pero estos encierres no son sostenibles, acá no se produce fardo, ni rollo, ni maíz en cantidad, entonces hay que salir a comprar y con el costo del flete se encarece mucho», aseguró la productora.
¿Ayuda? «Sí, hemos recibido apoyo desde el Ministerio (de Agricultura y Ganadería de Córdoba) que actuó muy rápido, declarando el desastre agropecuario y acercando alimentos, colaboración. Además, hay una red de veterinarios, en la que participo, que se activó a fines de agosto, cuando tuvimos la primera tanda de incendios», señaló Ahumada, quien también es docente de Universidad Católica de Córdoba, refiriéndose al grupo ‘veterinarios contra el fuego’, que colabora en forma voluntaria, consiguiendo alimentos y otros donativos, además de brindar atención a los animales. «Todos estábamos sorprendidos por la rápida respuesta oficial y la solidaridad de la comunidad. Igualmente, en esta segunda tanda de incendios, somos más de 150 ganaderos damnificados y la ayuda nunca alcanza», afirmó.
Gustavo Pelaez es otro productor de la zona que administra un campo familiar de 1.700 ha a 8 km de la ciudad de La Falda y cuenta con 250 cabezas Hereford, de las cuales 90 son de línea pura y el resto cruza con Angus.
«Es el típico campo de sierra cordobesa, bosque nativo, arroyitos, muy pintoresco, pero productivamente no es el óptimo. Hacemos 200 hectáreas de agricultura, principalmente granos, maíz y sorgo, para la ganadería. Ayer, sin ir más lejos, cargué 40 cabezas recriadas con 245 kg promedio», indicó.
¿Los incendios? «La última precipitación fue el 16 de marzo, cayeron 23 mm. Y desde ese momento hasta anoche (19 de octubre), nada importante. Con esta seca, siempre hay alguien a quien se le escapa un fuego cuando hace el asadito y provoca una catástrofe. En nuestro caso, el foco se inició en La Cumbre y con uno sólo se quemaron 9.000 hectáreas. Devoró el 80% de uno de los potreros de mi campo, de 600 ha», lamentó, detallando que el incendio duró 16 días.
«Ahora todo es ceniza, tengo fotos que son desoladoras. La zona que nos provee forraje es Cruz del Eje, ahí se hace alfalfa bajo riego, pero los criadores salieron a comprar y a los tres días se agotó el stock», explicó.
Ayudas en red
Pelaez forma parte de la mesa de damnificados del departamento de Punilla (La Falda) donde hay 160 productores afectados. En cada zona incendiada, el Ministerio de Agricultura convocó a una mesa interinstitucional en la que participaron todas las entidades del sector, el INTA, SENASA, Colegios profesionales de veterinarios y agrónomos, y universidades públicas y privadas con sede en el territorio. De esta manera, se compraron alimentos balanceados y se consiguieron rollos, entre otros, que están llegando permanentemente a los necesitados.
«Estoy en contacto con una autoridad del Ministerio, Germán, tenemos comunicación diaria. Es un pibe joven, con mucho empuje y compromiso. Recorrió los campos y donde dijo: ‘voy a traer esto’, lo concretó», aseveró Pelaez.
«Ayer en mi zona entregamos 20 rollos de alfalfa y 25 de sorgo forrajero. Los productores se llevaron 1 ó 2 cada uno, que les alcanza para un par de días; la mayoría tienen unas 150 cabezas», relató el productor, detallando que desde la mesas provinciales ya se distribuyeron 15.000 bolsas de alimento balanceado.
«El trabajo coordinado es muy eficaz. El productor nos decía ‘se nos quemaron los alambrados, tenemos los animales en la calle’. Entonces, hicimos un kit completo para armar boyeros solares, con una batería que tiene potencia para 40 km, 2.500 metros de piolín electrificado, piquetes y manijas aislantes, y ya entregamos más de 100 equipos a los afectados», dijo el Ing. Agr. Germán Font, Director de Desarrollo Territorial del Ministerio, indicando que también prepararon kits con postes de quebracho y 1.000 m de alambre de alta resistencia, que se distribuirán a la brevedad, además de subsidios para los productores más pequeños.
Gestionar el riesgo
Para Ahumada, la clave para prevenir estas catástrofes está en el desarrollo de un sistema de alerta temprana en las sierras cordobesas. «Necesitamos dar avisos en forma rápida para detener el foco cuando se inicia, pero el problema es que nuestros campos tienen pésima conexión. Hay que recorrer kilómetros para encontrar un lugar donde poder hacer una llamada desde el celular. En mi campo hay buena señal porque estoy muy cerquita del pueblo, pero muchísimos productores no tienen y hasta que pueden comunicarse con los bomberos, el fuego se expande», advirtió.
Otra cuestión importante es contar con equipamiento en el propio campo para detener el foco a tiempo. «Podríamos tener pequeñas cisternas de agua, móviles, que uno pueda trasladar en un tractor, a puntos alejados; esto pararía el fuego cuando se inicia hasta que lleguen los bomberos. La idea no es reemplazarlos, por supuesto», planteó, subrayando que también hace falta mantener la caminería. «Muchas veces los consorcios camineros no cuidan las banquinas, la vegetación está demasiado elevada y cuando hay incendios se vuelven trampas porque el fuego salta», aseveró.
Por último, Ahumada resaltó que «los productores debemos mantener los bordes de los alambres limpios, eso también ayuda a prevenir incendios, pero en muchos campos no se hace o se hace poco. Es una de las estrategias que tenemos que plantearnos, con acompañamiento del Estado, para que estas catástrofes, de enorme costo productivo y ambiental, no vuelvan a suceder», concluyó.
Por: Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicación de «Valor Carne» de fecha 22-10-2020