En momentos en que la ganadería volvió a competir con la agricultura, la tecnología para lograr los potenciales productivos con pasturas, en lotes que venían obteniendo buenas cosechas, resulta clave en establecimientos mixtos. El Ing. Agr. Oscar Bertín, especialista en evaluación de forrajeras, con larga trayectoria en el INTA Pergamino, abordó el tema en el marco del ciclo de charlas que organizó Biscayart Semillas, empresa familiar de capitales nacionales, en conmemoración de su 35° aniversario.
“En los últimos dos o tres años comenzaron a llegarme numerosas consultas sobre un problema recurrente. Los productores decían: ‘mis suelos me daban 8.500 kg de maíz ó 3.500 kg de soja, ¿cómo es que no puedo lograr una buena pastura?”, contó Bertín, aludiendo a la sorpresa de muchos ganaderos ante los magros resultados obtenidos con especies forrajeras en plena zona núcleo.
Los dos millones de hectáreas de la región norte de Buenos Aires son netamente agrícolas en términos globales. «Me refiero a Pergamino y sus alrededores, Capitán Sarmiento, Salto, Junín. Más allá de los suelos clase 1 y 2, hay un 13% de clase 3 y 4, donde los rendimientos de soja y maíz son algo menores, pero también son agrícolas. Es ahí, sobre todo en aquéllos clase 4, donde se empezaron a hacer pasturas, con resultados variables», resaltó.
Este año, hubo un período de buena lluvia en marzo y abril, pero todavía estaban los granos y muchos sembraron tarde, de mayo en adelante, cuando comienza el período crítico, que además se agravó por la seca. «De cualquier modo, en años anteriores, con mejores precipitaciones, no siempre se lograron buenas pasturas. Son más exigentes que la soja y el maíz en materia de fertilidad y aspectos físicos del suelo, algo que muchas veces no se tiene en cuenta», diagnosticó.
Las pampas, hoy
Desde hace unos 40 años, en esta zona bonaerense se dejó de lado la rotación agrícola ganadera, empezó la agricultura continua y la hacienda pasó a la cañada, al bajo. “Por ahí en las cartas de suelos figura que esos lotes están bien pero en la práctica se han degradado, no son los mismos de la década del ’70″, afirmó.
¿Qué cambió? «Históricamente, tenían un 3-4% de materia orgánica y hoy cayeron al 2 a 2,8%. Por más que en los últimos 10-15 años la agricultura se haya hecho con siembra directa, no alcanzó para recuperar lo perdido», respondió. Entonces, prosiguió, «estamos ante un problema, porque esa materia orgánica hace a la implantación de la pastura. Y cuando disminuye, también baja el contenido de nitrógeno y azufre, que son nutrientes esenciales para las plantas».
Otra variable que indirectamente se ve afectada, es el pH. «En esos suelos, hemos perdido la capacidad de buffer, la amortiguación, es común encontrarnos con pH por debajo de 5,5, donde la alfalfa, por ejemplo, no nodula y se debe recurrir a una enmienda calcárea para corregirlo. A su vez, la acidez perjudica la disponibilidad de otros nutrientes, como el fósforo, calcio y magnesio», explicó, detallando que esto también puede haber ocurrido por la sub-fertilización de los cultivos agrícolas.
En línea con estas dificultades, hay que estar atentos a los factores físicos. «Uno se encuentra con suelos que no son esponjosos, se encostran, se endurecen, producto de la falta de materia orgánica», alertó. Además, se ven fenómenos de erosión, a veces hasta se ha perdido parte del horizonte A. «Cuando empieza a aparecer la capa sub-superficial, que es más limosa, con menos arena, hay mayor compactación. Aunque la siembra directa tenga sus años, los suelos no se recomponen fácilmente, en particular cuando hay doble cultivo, soja y trigo, que levanta 4-5 toneladas de grano y deja poca materia orgánica», advirtió.
Bertín sostiene que las siembras de pasturas en esos lotes son flojas, no solo en los campos sino también a nivel experimental. «Hay poco logro de plantas, en especial de leguminosas, las gramíneas son más fáciles», reveló.
Las recetas
El especialista presentó una serie de pautas para recobrar la fertilidad de los suelos y evitar fallas cuando se quiere volver a las pasturas tras ciclos agrícolas extensos.
El grueso de los productores, incluso los de menor escala, le agregan fósforo o alguna mezcla con nitrógeno a la hora de la siembra, pero las dosis son bajísimas en función de las necesidades.
«Implantar una pastura es caro, porque la semilla cuesta, entonces la fertilización muchas veces se restringe. El gasto inicial es duro, reconozco, hay que desembolsar desde USD350 hasta USD 500/ha, si incluye alfalfa, pero no es más elevado que sembrar un maíz, sí que hacer una soja, aunque, si está bien hecha, dura 4-5 años y la inversión se diluye», planteó.
Según Bertín, no es tanta la diferencia de precio entre la buena semilla y la bolsa blanca. «Si bien tenemos que pagar uno o dos dólares más por kilo, el plus de materia seca que se obtiene es importante, tanto en la alfalfa que va en la loma, la festuca para la media loma y el agropiro en los bajos. Ésa es la base con la que obtenemos el 80% de la producción de pasto, ahí no le podemos errar con el cultivar», subrayó.
Siguiendo con la comparación, la brecha entre los mejores y peores cultivares podría parecer acotada en especies que aportan menos al planteo. «Pero guarda, una cebadilla no curada puede significar cero pasto ya en el primer año por efecto del carbón, una plaga muy común en nuestra zona», señaló. A su vez, «una avena que no tiene resistencia a roya también puede ser un fracaso total. Todos los años los fitomejoradores generan un cultivar superior para esa enfermedad, que varía a los 3 ó 4 años porque el hongo mutó y es otro el que está atacando. Entonces, utilizar un germoplasma superior hace a la diferencia entre tener o no tener forraje de calidad», argumentó.
Otra cuestión importante es planificar el cultivo antecesor. Lo ideal para la zona núcleo es el maíz para silaje o la moha, existe amplia información al respecto. «No conviene sembrar una pastura sobre otra pastura ni sobre rastrojos de sorgo, está probado, hay experimentos. Tras la soja también hay limitantes, porque se implantaría en época tardía. Si no podemos hacerlo hasta la primera quincena de mayo, es mejor buscar otro lote que se desocupe antes», advirtió. En ese sentido, la probabilidad de que no llueva durante el otoño es alta, independientemente de la seca de este año. «El riesgo es no tener humedad en la capa superficial, que es la que importa. Las semillas de soja y maíz se entierran a 4-6 cm, mientras las pasturas van a 0,5-1,5 cm, o sea que si se seca esa capa, el logro será bajo. Por eso, sembrar pasturas es más complejo», argumentó.
Siembras 2021
Bertín piensa que para volver a la ganadería en suelos de agricultura continua, hay que empezar de a poco. «Es preferible hacer 10-20 ha de pasturas bien hechas, tomando todos los recaudos, y no 40-50 ha bajo condiciones dudosas», aseveró.
La corrección del tenor de materia orgánica es, quizás, el mayor problema ya que sólo se consigue a largo plazo. «Uno puede hacerlo con antecesores que dejan abundantes rastrojos, sobre todo maíz, o con cultivos de servicios, pero el aporte en general es poco. La herramienta más efectiva es la pastura, en especial si incluye leguminosas, no hay nada mejor para la salud del suelo», destacó.
¿Perspectivas? «Este último año le ha ido mejor al criador y no le ha ido mal al recriador, que son los que demandan más pasturas. Fue una buena campaña para la semilla forrajera. En este 2021 hay perspectivas de seguir avanzando, ojalá el clima acompañe», finalizó.
Por: Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicación de «Valor Carne» de fecha 14-01-2021