El IPCVA, con apoyo del CONICET, presenta un informe basado en trabajos de 45 investigadores del país, donde afirman que las emisiones de la ganadería nacional sólo representan el 0,15 % del total global y que han bajado en los últimos años. La suba del peso de faena, la incorporación de genética que mejore la eficiencia de conversión, acortar el período ocioso de los vientres y recriar a buen ritmo, algunas de las herramientas planteadas.
Las emisiones de la ganadería nacional sólo significan el 0,15 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del planeta y bajaron en los últimos años de la mano de la reducción del número de bovinos y de mejoras en la eficiencia productiva, sostiene el informe “Carne Argentina, Carne sustentable”, elaborado por el IPCVA con apoyo del CONICET. Esta tendencia, medida por cabeza, permitió pasar de los 1.620 kg de eqCO2 en 1999 a 1.350 kg de esa unidad en 2016.
Además, comparando con otros sectores de la economía, que sólo pueden mitigar emisiones a través de cambios estructurales (por ejemplo, sustitución de combustibles fósiles por renovables), la ganadería puede hacerlo con menores inversiones, en base a tecnologías de procesos armónicas con la naturaleza.
Otra fortaleza es que la producción bovina tiene la oportunidad de actuar como sumidero de carbono, mediante el secuestro del mismo de la atmósfera, por parte de praderas y pastizales naturales, contribuyendo así a reducir su presencia en el aire, lo que permite compensar las emisiones de otros sectores (industria, transporte) a través de los denominados servicios ecosistémicos.
Las emisiones de la producción bovina argentina son de por sí bajas, debido a que la actividad está basada en pastizales que ocupan el 95% del área ganadera del país, unos 60 millones de hectáreas. En los sistemas de base pastoril, aún con terminación a corral durante tres o cuatro meses, el forraje de la fase de cría significa entre el 70 y el 80% de la cantidad de materia seca y energía consumidas en todo el ciclo productivo.
En cuanto al uso del agua, otro aspecto bajo la mira global, según el informe realizado al IPCVA con apoyo del INTI, el 99,2% (16,10 m3) del agua consumida para la producción de un kilo de carne deshuesada y empacada corresponde a la huella denominada “verde”, consideraba sostenible, ya que deriva de las precipitaciones y es aprovechada por los cultivos.
Respecto de la deforestación, el porcentaje anual de pérdida de bosque nativo respecto del total del mismo en el país, mostró una disminución desde la sanción de la Ley Nacional N°26.331, en 2007, de 0,9% anual a 0,42% en 2018.
En cuanto a las pasturas, el informe destaca la importancia de la incorporación de megatérmicas en los últimos 25 años que ha cambiado la estructura de la ganadería del norte. Estas especies constituyen el 20% de la superficie total bajo pastoreo en el NEA, lo que permite reducir los procesos erosivos de la agricultura y la degradación de los pastizales naturales, potenciando ambientes de baja productividad primaria.
Esta buena posición de la ganadería argentina en materia de sustentabilidad, no exime al sector de realizar mayores esfuerzos para controlar y reducir las fuentes de emisión principales, en especial la fermentación entérica, así como la deforestación y la pérdida de pastizales.
El cuidado del ambiente a lo largo de todo el proceso productivo de la cadena de ganados y carnes, además de mejorar la productividad, aparece ahora como un potente factor de competitividad frente a la agenda de los países importadores y las organizaciones de consumidores.
Recomendaciones
El estudio, que cuenta con el aporte de 45 investigadores del país, identificó una serie de herramientas para fortalecer la competitividad ambiental de la carne vacuna. Entre ellas:
- Reforzar el desarrollo de modelos de estimación de captura de carbono que incluyan distintos tipos de sumideros.
- Impulsar masivamente el uso de buenas prácticas ganaderas.
- Establecer un programa de mejora continua de gestión ambiental en frigoríficos.
- Contar con certificaciones ambientales sustentadas en conocimiento científico generado en nuestro país.
- Desarrollar propuestas de adecuación de sistemas a modelos carbono neutro, válidas internacionalmente y auditables.
- Estimular la producción de animales de alto peso a faena y el aumento del peso mínimo de faena (escala progresiva).
- Estimular integraciones de la ganadería a sistemas de producción de bioenergías y el uso ganadero de subproductos agrícolas que disminuyen residuos y dan impulso a la economía circular.
- Estimular la integración de la ganadería en rotación y el desarrollo de sistemas silvopastoriles.
- Proseguir con la reducción de la deforestación de acuerdo a la legislación vigente. Movilizar estrategias provinciales para el ajuste de la zonificación y la mejora de la aplicación de la ley de manejo de bosques y arbustales.
- Promover el uso de sensores remotos, sistemas de información geográfica y modelos de simulación para la evaluación de los recursos forrajeros.
- Mejorar la eficiencia en la utilización de pasturas, acortar el período ocioso de los vientres, aumentar el porcentaje de destete, recriar a buen ritmo y mejorar la eficiencia de conversión en los sistemas de engorde a corral.
- Incorporar el progreso genético para mejorar la eficiencia de conversión en forma masiva, en la cría, recría y terminación, como herramienta para emitir menos metano por kilo de carne producido.
- Modular la fermentación ruminal, como el uso de ionóforos (monensina), receptores de electrones, bio-hidrogenación ruminal e inhibidores de la producción de metano.
- Utilizar energías renovables (solar, eólica, biológica) sustituyendo combustibles fósiles.
- Dinamizar una red de evaluación de la dinámica del carbono en los distintos sistemas ganaderos, con el fin de conocer el balance del mismo y los puntos críticos de mejora.
Publicación de «Valor Carne» de fecha 04-11-2021