El especialista presenta las prácticas que permitieron a algunos productores mantener sus preñeces y pesos de destete, y seguir recriando y engordado a buen ritmo. Aprender de sus experiencias y de las investigaciones emergentes, clave para manejar la post seca y preparase para futuros desafíos.
Juan Elizalde, junto a Sebastián Riffel.
En un escenario post sequía -con pérdidas de preñeces, menores pesos de destete, falta de recrías y pesos de faena más bajos-, el Ing. Agr. Juan Elizalde, de Elizalde & Riffel, reveló qué tecnologías aplican las empresas que mantuvieron sus indicadores productivos a pesar de la crisis climática y presentó los conocimientos emergentes de esta adversidad, mediante un convenio con Phibro Animal Health.
“El año empezó con olas de calor y estrés hídrico, y la ganadería sufrió un daño importante. Habrá menos vacas y menos terneros el año entrante y se prevé una caída en la producción de carne, justo cuando las expectativas son favorables para la ganadería por el cambio de gobierno. Sin embargo, aquél que tenía una cría ordenada pudo mantener la preñez y los destetes, o sea, que soportó mejor el desafío climático”, afirmó Elizalde en el 10ª Congreso Ganadero de Rosario.
Un ejemplo de la importancia de sistematizar el rodeo es el de algunos campos de cría de Ayacucho y Tandil, donde un equipo de investigadores determinó la relación entre el estrés por calor y el porcentaje de preñez.
Se trataba de rodeos que tenían servicio nov-dic-enero, en los que se analizó el estado corporal de los vientres, asignándose 4 o mayor a 5, según su condición. También se identificaron las olas de calor mediante el Índice de Temperatura y Humedad (ITH) y se evaluó su impacto en la disminución de las chances de lograr una nueva preñez, en vacas y vaquillonas de preñez temprana o tardía.
¿Y qué encontraron? Tanto en multíparas como en primíparas se registró un menor riesgo de quedar vacías en las que venían de preñez temprana y tenían mejor condición corporal, como se ve siguiendo las barras azul intenso. “Si la vaca y la vaquillona son de parición tardía (barras celestes), están flacas (cc = 4) y encima se comen una ola de calor, tendrán mayores probabilidades de quedar vacías”, advirtió.
Seguidamente, indicó que, “comparado los dos gráficos, a vuelo de pájaro, se ve que las vaquillonas tienen más riesgos ante las olas de calor que las vacas adultas”.
“Entonces, si un rodeo tiene pocas vaquillonas y gran cantidad de vacas adultas debido a su alto índice de preñez, va a tener menos problemas para sobrellevar el calor que otro que debe hacer un recambio permanente por vaquillonas, porque tiene muchas vacas vacías a raíz de la baja preñez”, explicó Elizalde.
En síntesis, “para aumentar el porcentaje de preñez, hay que tener parición temprana, buen estado corporal y no ser tan dependiente de la vaquillona, porque la vaca soporta mejor cualquier adversidad climática”, destacó.
Esta estrategia permite, además, ir aumentando el peso del destete, que es otra forma de producir más kilos, algo que “quizás pudo haber resultado más afectado en la sequía que la disminución del porcentaje de preñez”.
En un rodeo ordenado, con servicio de 90 días, lo ideal, o sea, lo que se trabaja a nivel de investigación, es que en el primer mes de parición nazca el 70% de los terneros, en el segundo un 20% y en el tercero un 10%. “Con más proporción de vacas que paren temprano, los terneros tienen más tiempo al pie de la madre hasta el destete, con lo cual son más los kilos destetados”, sostuvo.
En el siguiente ensayo, realizado en Uruguay por Blanquet (2020), se tomó un rodeo con una preñez del 85% y se analizó el comportamiento reproductivo en el período siguiente, según la fecha de parición.
Para dilucidar cómo influye el momento de parición en la próxima preñez, identificaron las vacas que habían parido en los primeros 20 días, se les largaba el toro y se evaluaba la preñez, que en este caso fue del 93%. Luego siguieron haciendo este monitoreo tramo por tramo hasta llegar al grupo que había parido entre el día 81 y 100, donde se detectó el 73,9% de preñez.
“Si mi rodeo pare en esos últimos 20 días, las vacas no tienen tiempo para entrar en celo antes del próximo servicio, sobre todo en condiciones de sequía y de calor, entonces quedan vacías, y eso me tira abajo el promedio”, alertó Elizalde.
Así las cosas, el especialista presentó una experiencia de concentración de servicios a nivel de campo. “Recuerden que esto es un proceso que no se hace de la noche a la mañana”, apuntó, aludiendo al establecimiento Los Aromos, ubicado en Roberts, Buenos Aires. Ahí, se vienen acortando los servicios desde 2011 -cuando se extendían durante 105 días- hasta los 75 días de 2022 y 2023; y se fueron registrando los pesos promedio de destete, por cierto, crecientes.
Al respecto, Elizalde observó: “No es lo mismo destetar una ternera de 235 kg, para llegar a 300 kg al servicio de 15 meses, que con 160-170 kg (un peso frecuente en esta post sequía) porque le tengo que sumar muchos más kilos durante la recría”.
Otro dato interesante, es que “la producción de carne subió de 135 a 290 kg/ha, de la mano de ese aumento de peso al destete (aún en sequía) y no tanto por el porcentaje de preñez, dado que ya se arrancó con el 90% (2011) y se terminó con el 93% (2023)”, agregó. En concreto, Los Aromos es un ejemplo de cómo manejando las variables reproductivas se logra mejores destetes lo cual además redunda en la recría posterior.
Recriar en sequía
La ganadería en campo mixto en cierta medida fue beneficiada beneficiada porque empezó a contar con recursos forrajeros de una agricultura fallida, de cultivos sin espiga, que ayudaron más a terminar novillos que a recriar, una actividad que se vio muy perjudicada en esta sequía.
¿Nos complica usar estos forrajes? En general, existe un deterioro de la calidad de los silos de maíz. Para ilustrar este tema, el especialista presentó un estudio de Michigan University de 1997, aclarando que “no es fácil encontrar ensayos de sequía evaluados con animales, o sea, en situaciones reales”.
En este cuadro se pueden observar los resultados productivos de animales de recría alimentados con silajes de maíz normal, versus el mismo híbrido, pero afectado por sequía, o sea con 85 a 90% del valor energético normal. En el primer caso, la ganancia de peso fue de 980 g/día, mientras que el segundo fue 890 g/día, en línea con la menor eficiencia de conversión (6%).
¿Por qué es tan exigua la diferencia? Obviamente la caída en la conversión se debe a la falta de grano. Ahora, ¿por qué sólo baja un 10-15% el valor energético del silo? “Bueno, cuando se produce menos grano, la planta aumenta la proporción de fibra, pero ésta tiene menos lignina, ya que hay menos tejidos que sostener. Y esa fibra con menos lignina es más digestible, entonces, se produce una compensación nutricional”, explicó.
Es decir, la sequía, en el caso de los recursos ensilados, juega más en el volumen, ya que se cosecha menos, pero su calidad no impide recriar ni engordar.
Engordar en sequía
El silo con menos grano se puede asignar a la recría o a raciones de engorde donde tampoco se genera una depresión de la producción con baja inclusión (15 al 20%). “Si se utiliza en mayor proporción se puede ajustar con poco grano y, como las plantas en sequía acumulan más nitrógeno, no hace falta corregir por urea”, aseveró Elizalde, aludiendo a que hay variables que se pueden manejar para lidiar con el estrés hídrico.
¿Y qué pasó con el grano de maíz? Entre otros cambios, el grano tiene un endosperma más duro y eso hace a una menor digestión. “Como conclusión, hay mejor respuesta animal al procesamiento”, aseguró.
En esa línea, un ensayo de Lucas González, que fue publicado en el Journal of Animal Science, comparó la eficiencia de conversión de maíz seco entero, seco molido, húmedo entero y húmedo molido en el INTA Gral. Villegas, en 2021, que fue un año seco. “La diferencia en conversión entre seco-entero, como se usa generalmente, y seco-molido fue del 5%, y esto no sé si paga el costo de molerlo, está en el borde, pero si tengo poco grano y hay que estirarlo, conviene. Ahora, si lo cosecho con humedad y lo ensilo molido la diferencia es del 20% respecto del seco entero. Ahí sí se justifica procesar”, aconsejó.
Otro tema importante es el efecto de la sequía en las pasturas. En muchas zonas, en praderas de alfalfa y festuca, por ejemplo, se vio que la gramínea desapareció y aún no se sabe cómo esto afectará a la producción.
A modo de orientación, Elizalde presentó un ensayo de 2013 del INTA Rafaela, donde se muestra qué sucede cuando aumenta la distancia de siembra a 30 cm, en lugar de 20 cm (semejante a la situación sin festuca). “Los resultados indican que la producción de materia seca por hectárea cae un 20% pero habrá que ver más adelante qué pasa con el desempeño animal. Es difícil pronosticarlo porque las alfalfas están teniendo una sobre reacción tras haber sufrido muerte de rizobios durante la sequía y desde las primeras lluvias producen más de lo habitual”, consideró.
Para finalizar, Elizalde resaltó el aprendizaje que dejan el calor y la sequía de los últimos años. “Hay que organizar las empresas para seguir aplicando las tecnologías emergentes porque no solo permiten aumentar la producción de carne sino pasar mejor las contingencias climáticas. Cualquier evento perjudica menos a quien está mejor preparado”, concluyó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicación de «Valor Carne» de fecha 20/07/2023