Haciendo una lectura objetiva de la coyuntura que atraviesa transversalmente al sector ganadero en particular, y a su cadena de valor en general, es posible advertir como insoslayable la determinante influencia de las expectativas de los agentes económicos intervinientes en el ámbito de interacción donde dos fuerzas (oferta y demanda) coordinan sus voluntades configurando lo que solemos llamar Mercado. Es aquí, que escuchando a aquellos que nos rodean en nuestro espacio de ejercicio profesional, entendemos al sector de Ganados y Carnes inmerso en una lucha de posturas que fijan dos visiones: Una de posición optimista apoyada en expectativas de un posible futuro cercano y otra, que sin ser pesimista, se ve acorralada por componentes coyunturales adversos que le impiden proyectar todo lo bueno que en algún momento llegará.
Es así, que cuando detectamos un dato objetivo y medible como el incremento del precio de la vaca (gorda, conserva, manufactura) del 40% entre mayo y agosto, ambos colectivos, coinciden diagnosticando que se debe a una incipiente debilidad de la oferta frente a una demanda creciente de las exportaciones fundamentalmente hacia Rusia y China, pero concomitantemente se oponen respecto de las causas subyacentes, y consecuentemente, consolidan la divergencia definida por la particular visión de futuro que condicionará sus expectativas.
En tal sentido, encontramos a aquellos que advierten una realidad configurada por la conjunción de factores que definen la tormenta perfecta, destacando caída del consumo, fuerte incremento en el costo del maíz (49% abril/agosto), inflación creciente (IPC 19,6% enero/Julio), tasa de interés privativa de cualquier proyecto de inversión (LEBACs TNA 45%), restricción de alternativas de financiación, recesión y niveles de faena insostenibles sin liquidación de stock. Esos también abonan la teoría de que la baja tasa de retorno de los planteos de cría, la imposibilidad de indexar ingresos en función a la apreciación de sus costos, y la necesidad de financiar gastos corrientes y pagos a proveedores sin los recursos habituales producto de una tasa de interés de referencia “glifosática” para toda economía (descuento de cheques (TNA 41%) / descubiertos (TNA 66%) / refinanciaciones de proveedores (TEM 4%) motivan la exacerbada faena de hembras y la consecuente liquidación del stock.
Por el otro lado, también están sus detractores que destacan luz y futuro en el negocio ganadero, y con la premisa de que en el mediano plazo, las altas rentas apropiadas por la industria exportadora (devaluación 49,7% abril/agosto) empezarán a trasladarse hacia los eslabones primarios por la escasez consecuente del proceso entrópico al que actualmente se exponen ante dicha tormenta perfecta, argumentan la idea de que la situación actual de bajos precios reales para la invernada y la hacienda gorda sería coyuntural, y la reversión de dicho escenario se empezaría a evidenciar a la par del continuo incremento de las partidas exportadas, y por tanto los precios reales del ganado en pie tendrán que aumentar. Aquí podemos agrupar a productores medianos y grandes, con reservas de capital y espalda financiera suficiente para aguantar la coyuntura y consolidar sus planes de inversión en genética, infraestructura, pasturas, maquinarias, sanidad y alimentación.
Al margen de ambas miradas, es que nos preguntamos si el tiempo será capaz de aunar las mismas en base al reconocimiento de una coyuntura durísima, donde la conjunción de factores incontrolables conformó un escenario en el que la productividad y la eficiencia serán condiciones excluyentes. Por ello, a las variables ya destacadas deberíamos adicionar, con el objeto de ser rigurosamente realistas, y sin la intención de abonar la versión pesimista, la dificultad manifiesta para salarios erosionados de seguir eligiendo la carne bovina frente a carnes alternativas, que en relación a precio, podrían considerarse altamente competitivas. Es esta condición de debilidad que se exacerba con a una demanda más pobre desde el consumo local, la que deja sembradas las dudas sobre la posibilidad real de recomposición de precios en la hacienda con destino a consumo, pues difícilmente una demanda jaqueada en términos de poder de compra previsto para este segundo semestre pueda exceder a una oferta excepcionalmente fortalecida por feedlots cargados como nunca en los últimos 10 años (Julio 72%).
Está claro que la percepción que cada mirada obtenga de una realidad, estará siempre ligada a los condicionamientos propios de la situación particular desde donde cada productor esté obligado a tomar sus decisiones, pero independientemente de ello, así como de la propensión o aversión al riesgo que cada inversor lleve implícita en los caracteres de su perfil, nadie puede negar que el sector ofrece un horizonte próspero para los protagonistas que sepan sortear los avatares que la coyuntura ofrece, que no son pocos ni de fácil solución, y que seguro hoy exponen a condiciones de extrema vocación por la productividad y prolijidad en la administración de recursos escasos frente a un contexto de costos crecientes. El desafío es grande, pero la recompensa potencial promete devolverlo con creces…
Publicaciòn de «Decision Ganadera» de fecha 21/08/2018