Un nutricionista con experiencia en EE.UU., Brasil y la Argentina compara sus sistemas productivos e identifica oportunidades de progreso para nuestro país. “Aunque es necesario, no resulta fácil subir los indicadores de la cría. La manera más rápida de crecer es aumentar el peso de faena”, afirma Pablo Guiroy.
De familia dedicada al campo, el Ing. en Prod. Agrop. Pablo Guiroy se doctoró en nutrición animal en la Universidad de Cornell, EE.UU., y fue director global de tecnologías para bovinos de carne de Cargill. Con esta experiencia, y siendo actualmente director en ese rubro de Provimi Argentina y de otras marcas de Cargill en Brasil, disertó en el 6º Congreso Ganadero de la Sociedad Rural de Rosario, donde analizó los sistemas productivos de esos países y planteó alternativas para mejorar la eficiencia y los costos de producción.
“Brasil tiene el mayor rodeo comercial del mundo, con 238 millones de cabezas. Sin embargo, el primer productor de carne es EE.UU. que cuenta con 95 millones, menos de la mitad del stock brasileño”, afirmó Guiroy, aludiendo a que mientras uno produce 130 kg de carne por cabeza, el otro apenas logra 43 kg. “La Argentina también está muy lejos. Con sus 54 millones de cabezas obtiene 56 kg por animal”, agregó.
Con respecto a estas diferencias abismales, el especialista apuntó a la cantidad de animales faenados en relación a las existencias. “EE.UU. tiene una tasa de extracción muy importante, del 39%, contra 27% de la Argentina y 21% de Brasil”, indicó, poniendo sobre la mesa los números que desafían a los planteos sudamericanos.
El quid de la cuestión
¿Qué hacen en EE.UU. para ser tan eficientes? “En la cría es fundamental la cantidad de vacas productivas vs las improductivas. Es muy extraño que allá se dé el primer servicio después de 18 meses, normalmente se hace antes, a partir de los 13 meses. O sea que es muy poco el tiempo de vida de la vaca en que ésta no produce”, explicó Guiroy. Y cotejó: “Acá hay servicios de 15 meses en la Cuenca del Salado, pero en el Norte es común esperar hasta los 26 meses, o sea al menos diez meses más. Entonces, hay vacas que están aumentando las existencias, pero no producen. Eso también sucede en Brasil”.
Luego puso la mira en la marcación, que en EE.UU. promedia el 80% mientras que en la Argentina es del 60%, y en Brasil del 55-60%.
“No es fácil levantar este indicador porque la cría está muy atomizada y hay muchas variables en juego. Hay que identificar cuáles son las deficiencias, si hay problemas sanitarios, nutricionales, demasiada carga; y cuáles son las alternativas para intensificarla, si suplementar estratégicamente a la vaca, hacer destete precoz u otras”, enumeró, advirtiendo que, de cualquier modo, siempre está el cuello de botella de los nueve meses de gestación.
Para Guiroy es más sencillo incrementar el peso de faena que hacer grandes cambios en la cría. “Hay menos incentivo económico que en las etapas posteriores, donde se puede recriar a campo o corral, por ejemplo, previo al engorde, con un retorno razonable sobre la inversión; y esto se logra en el corto plazo”, destacó. Y subrayó: “Esto no significa que la cría no sea fundamental. Sino miremos el caso de Brasil que pronto será el mayor productor de carne del mundo por su incremento en stock”.
El peso de faena
Otra cuestión que hace a la eficiencia norteamericana es el alto peso de faena. “Tienen infraestructura y escala, trayectoria en ciencia y tecnología, y estabilidad política. Todo eso los ayuda a lograr el tipo de animal y la uniformidad necesaria para sus mercados. Pero algo interesante es que no hacen terminación a pasto”, sostuvo.
El especialista piensa que la invernada pastoril de Brasil, le juega en contra de los kilos producidos por animal en stock. “El 80% de la faena viene de pasto, en un territorio que tienen cuatro meses de seca al año, durante los cuales históricamente los animales mantenían o perdían peso. Ahora, gracias a la suplementación proteico-mineral, ganan un poco. Pero aún así se faenan con 28 meses de edad, ya que necesitan tiempo para llegar a los más de 500 kg finales, promedio brasileño”, indicó.
En EE.UU. prosiguió, todo es a corral, de modo que los tiempos se acortan muchísimo. ¿Por qué Brasil no crece en feedlot? “Viene avanzando, hoy involucra el 12% de la faena, pero todavía tiene mucho pasto para seguir adelante y, por supuesto, la invernada tiene menores costos”, argumentó.
La situación en la Argentina es distinta porque la cantidad de animales engordados en feedlots es casi del 50% del total. “En novillos y vaquillonas, que no se dejan para reemplazo, es posible que estemos en 65% o más”, anunció, apuntando a un concepto más amplio de la terminación intensiva.
“Hay feedlots profesionales y caseros, pero también suplementación a campo, por ejemplo, con silo de autoconsumo. Esta técnica es prácticamente un feedlot porque el animal tiene comida a discreción. Todo esto hace que los tiempos de engorde sean cortos”, aclaró. Por lo tanto, prosiguió, “nuestros 56 kg de carne por cabeza no están condicionados por el tiempo que pasa a pasto. Lo que nos afecta es, sin duda, el peso de faena. Eso nos tira para abajo”.
Los otros feedlots
Una diferencia que hace a la eficiencia en el feedlot es que en la Argentina se castra, mientras que en Brasil se engordan toros y en EE.UU. se usan promotores de crecimiento. “Nosotros ahí jugamos en contra, castramos y encima tenemos frame medianos a chicos”, opinó, subrayando que esta práctica se realiza aún cuando no todos los mercados piden un animal castrado. “Brasil, como primer exportador mundial, vende carne de toro; aquí nos auto imponemos esa restricción, por la cultura del consumidor argentino. Esto a pesar de que el macho entero joven brinda carne de calidad incluso para el mercado interno”, señaló.
Volviendo al frame, Guiroy piensa que los medianos a chicos son muy buenos para terminación a pasto, pero para el feedlot, si entran con 170-180 kg, salen con peso de faena muy bajo. “Para incrementarlo, la alternativa más fácil es recriarlo. Hay que buscar que crezcan, con una ganancia de 500 gr por día o más, pero que no se engrasen, un problema común cuando se utilizan dietas a base de silo de maíz sin restricción”, advirtió.
Otra oportunidad de mejora es el procesamiento del maíz, que tiene un efecto importante en la eficiencia de conversión. “El molido grueso tiene mala digestión. Por eso en Brasil se da molido fino, también porque el maíz es del tipo Flint o colorado. Y en los feedlots de gran escala, de más de 50 mil cabezas, se está implementando el roleado al vapor, que reduce los costos alimentación un 8%”, contó. ¿Feedlot de mediana escala? “El grano húmedo mejora un 4% ese costo comparado con el molido grueso, y eso también es plata”, respondió, aludiendo a una alternativa para un negocio de números muy ajustados.
El buen manejo de comederos tiene asimismo alto impacto en la eficiencia. “En un feedlot de Brasil, de 66 mil cabezas/año, que hacía solo una lectura a la mañana y no llevaba registros de consumo por corral, se implementó un protocolo de trabajo; y en un año la conversión mejoró un 6%, lo que equivale a USD 660 mil anuales. No se gastó un solo peso más ni se contrató personal adicional, sólo se estandarizaron las tareas”, comentó. En la Argentina, continuó, “no es sencillo hacer manejo de comederos, porque son de distintos materiales y diseños, a diferencia de los de EE.UU., pero la gestión de datos puede ayudar muchísimo”, aseveró.
La tecnología para alimentar animales en feedlot fue desarrollada por la ganadería líder y transferida a Sudamérica. “Es algo que no está mal, lo agradecemos, porque nos permitió traer un montón de know-how. Pero en EE.UU. la mayoría de los feedlot están en una zona donde llueve 500-700 mm/año. Entonces, la cantidad de metros cuadrados recomendados por animal, por ejemplo, no contempla qué problemas tendremos con precipitaciones de 1.000 mm o más”, dijo el especialista, refiriéndose al fuerte impacto del barro en la performance animal.
En Brasil, muchos feedlots fueron pensados para cubrir la estación seca, pero ahora engordan todo el año y hay épocas en que llueve prácticamente a diario. “La hacienda está incómoda. Con sólo 5 cm de barro, aumentan los costos un 15%, porque el animal necesita echarse para descansar y prefiere no hacerlo sobre suelo embarrado, o lo hace a disgusto. Como consecuencia deja de ganar peso y pierde conversión. Por eso es importante diseñar bien las instalaciones desde el comienzo”, aconsejó.
En tal sentido, hay un trabajo compilado por Temple Grandin que muestra la mejora en la performance del ganado cuando se pasa de 14 a 23 m2 por cabeza y más aún a 30 m2.“Es una publicación fabulosa, de hace tres años, qué explica el cómo y el porqué de cada práctica, pero aún no fue implementada en la mayoría de nuestros establecimientos”, reveló.
Para finalizar, Guiroy resaltó que todas estas oportunidades tienen aún más peso en un escenario de fuerte demanda mundial de carnes, como el actual. “Hay pocos países que cuentan con recursos forrajeros y granos para incrementar su oferta, pero para aprovecharlas hay que filtrar las tecnologías a incorporar, se requiere innovación local”, concluyó.
Por Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Publicaciòn de «Valor Carne» de fecha 1º-07-2019