Al analizar la evolución de las principales variables que inciden en el negocio ganadero en general y en cada eslabón de la cadena de valor que subyace y los integra, resulta insoslayable el impacto del contexto mundial y local que condiciona las decisiones de quienes operan. Es en este marco que resulta inevitable hacer mención de los avatares sufridos en el último semestre por la demanda mundial de carnes producto de la irrupción en la coyuntura de una pandemia que puso en jaque a paradigmas de consumo y distribución de un producto que hasta entonces era considerado de demanda inelástica. Si bien, el mundo no dejó de consumir carnes, la pandemia y sus derivaciones sociales, implicaron cambios de paradigmas, al menos coyunturales, en las formas de consumo, distribución y consecuente demanda de carnes, así como en la demanda de las distintas categorías de hacienda asociadas a los nichos de negocio vinculados. Es así que, aún hablando del impacto de la pandemia a nivel mundial, el cierre masivo del circuito turístico producto del indispensable distanciamiento social que fuera impuesto por los distintos países, significó a principios del semestre la virtual ruptura de todo modelo de logística conocido, con derivaciones en suspensión de vuelos, cierre de hoteles y restaurantes, y consecuentemente la eliminación fáctica del principal destino de las carnes consideradas premium. Por otro lado, tratándose de una pandemia que tuvo su génesis en nuestro principal demandante de carne exportable (China), resulta insoslayable el impacto consecuente en los planes de negocio de los exportadores locales a principios del semestre.
Ahora, si bien las características contextuales recién descriptas podrían entenderse inicialmente como la configuración de una tormenta perfecta, llamativamente el sector de ganados y carnes volvió a sorprender con su flexibilidad y rápida capacidad de adaptación a las circunstancias, que no se limitaban a una configuración adversa de la demanda mundial, sino que también se encontraban exacerbadas localmente por la necesidad de enfrentar las adversidades globales con una economía diezmada, con inestabilidad endémica, estanflación, 40% de la población en niveles de pobreza, caída sostenida de la demanda de dinero, un gasto público elefantiásico, y una nueva renegociación de deuda pública que desde hace meses se encuentra en virtual default.
Siguiendo con el análisis, es preciso destacar que, si bien la cadena de valor que nos concentra supo dar respuestas a las exigencias impuestas por la coyuntura, y aun con las dificultades presentes hasta la fecha, supo evitar quebrantos generalizados, rupturas de la cadena de pagos, y/o liquidaciones de stocks de capital por urgencias financieras; está claro que los distintos eslabones que la componen, se vieron impactados por consecuencias asimétricas en sus rentas. Es en tal sentido que se puede destacar como positivo el incremento de un 20% en las toneladas de carne bovina exportadas en el primer semestre de 2020 respecto de igual período de 2019, producto de la recuperación sostenida de la demanda China y la incipiente recuperación de la demanda del novillo pesado con destino a Hilton (virtualmente nula al principio del semestre y durante los cierres generalizados del circuito turístico en Europa).
Por otro lado, y entendiendo como consecuencia de la persistente caída de la demanda de dinero en la economía local, y de una virtual inexistencia de moneda como instrumento capaz de conservar valor, resulta destacable la aparición de ciertas distorsiones atípicas en los valores de determinadas categorías de hacienda, que afectando relaciones de precios también de manera atípica, benefician circunstancialmente el negocio de un eslabón de la cadena, en detrimento de otro secuencialmente vinculado en la misma. La necesidad de colocar los pesos ($) que se generan, y la concepción generalizada de la ganadería como buena alternativa con capacidad de conservación de valor, incidieron positivamente en la apreciación de los vientres.
Por otro lado, y también en línea con los atractivos para canalizar los pesos hacia determinados eslabones de la cadena de valor de la carne bovina, resulta importante destacar que el precio del ternero de invernada se encuentra un 20% por encima del promedio (2005-2019), mientras que la vaca de conserva continúa su sendero de apreciación, configurando dicho combo un claro incentivo de inversión en el negocio de Cría. Tal sería la virtuosidad del mismo, que se estaría empezando a advertir un menor interés en el criador por vender los vientres útiles de su rodeo, quedando las categorías de animales machos como prácticamente los únicos responsables que explican el crecimiento de la faena total durante el primer semestre de este año respecto del mismo período del año anterior.
Por otro lado, directamente ligado al positivo valor descripto en el ternero de invernada para el Criador, y combinado con el aparente bajo techo encontrado por el valor del gordo con destino a consumo, resulta insoslayable que dicha razón de precios está tornando inviable el negocio del engorde a corral. Por si eso no bastara para complicar las expectativas del negocio de la invernada, resulta relevante destacar que la caída esperada en la oferta de terneros producto de la estacionalidad de su producción para el segundo semestre del año, la descontada necesidad de muchos inversores de no quedar calzados en pesos ($), y la concomitante y creciente crisis económica que claramente erosionará progresivamente el poder adquisitivo de la demanda local de carnes, hacen altamente probable que persista y se exacerbe la distorsión de precios entre terneros de invernada y gordo, en favor de los primeros.
Todo queda por verse, y siempre atentos a la versatilidad que ya demostró tener frente a la adversidad la cadena de valor bajo análisis, resulta insoslayable que las condiciones coyunturales condicionan seriamente para el futuro mediato la ecuación económica del negocio del eslabón intermedio (engorde).
Publicaciòn «Decision Ganadera» de fecha 26-08-2020